Una de las funciones más importantes que tenemos como madres y padres es acompañar emocionalmente a nuestros/as hijos/as. En este post te contamos como puedes hacerlo.
Muchas veces creemos que nuestra principal función es educar y enseñar, pero los valores se aprenden por imitación y de las matemáticas y de la cultura ya se encargan en el colegio. Lo que nadie más que un padre o una madre puede hacer, por eso es nuestra principal función, es la de acompañar emocionalmente a nuestros hijos. Si nosotros no lo hacemos nadie más lo hará y las consecuencias de no hacerlo serán muy negativas para la vida de nuestras familias.
¿Qué necesita un/a niño/a de sus padres?
Nuestros pequeños necesitan y esperan que los protejamos y que les nutramos de lo mejor. Necesitan sentirse seguros, sin miedos, apoyados, importantes, vistos, amados, cuidados. Necesitan sentir que tienen un guía, un referente. Necesitan que les transmitamos felicidad, alegría, sonrisas, cariño, soporte, orientación... Necesitan atención real.
Cuando los padres estamos presentes, los acompañamos emocionalmente, les dedicamos tiempo, nos comunicamos con ellos y les ayudamos a resolver los problemas emocionales que les puedan surgir, los niños crecen fuertes y sanos a nivel emocional. Eso les permite ser capaces de aprender y de enfrentarse a cualquier cosa que les depare la vida.
De lo contrario, es posible que se produzcan problemas como falta de autoestima o de confianza, problemas de aprendizaje, celos, enfados, tristezas, mal comportamiento... Cuando aparecen problemas que parecen tan simples de resolver pero que no conseguimos solucionar, cómo que el niño no se esfuerce, o no apunte en la agenda, deberemos preguntarnos siempre si es posible que en algún momento de su vida le haya faltado "algo" de todo esto que hemos comentado.
¿Qué sucede cuando a nuestro/a hijo/a le falta algo?
Las heridas emocionales de nuestros hijos pueden tener múltiples orígenes, pero lo más habitual es que aparezcan porque les faltó algo que nosotros le deberíamos haber dado en algún momento de su vida. Puede ser una carencia que se produjo en su infancia, niñez o adolescencia... Cuando a un niño le falta algo (cariño, atención, calma...) se le genera una herida que lo convierte en lo que se conoce cómo "niño herido".
En realidad, muchas veces no es que nosotros como padres y madres no se lo hayamos dado, sino que quizás no se lo hemos dado de la forma o la intensidad en la que él o ella lo necesitaba. Además, debemos tener en cuenta que, cuando esto sucede, ni madres ni padres somos culpables de que suceda. Hacemos siempre todo lo que podemos y nadie nos ha "enseñado a ser padres" ni nadie nos ha enseñado nunca nada relacionado con la "educación emocional". Este es el problema.
¿Y cómo afecta el "niño herido" a las personas?
Independientemente de lo que nos haya faltado, tener "un niño herido" siempre suele tener las mismas consecuencias: Una parte de nosotros se queda atrapada en esa etapa. Es como si nuestra personalidad fuera un puzle de varios pisos y en alguno de los pisos inferiores faltara una pieza. Lo que luego sucede es que se van construyendo las capas superiores (adolescencia, juventud...) pero siempre falta una pieza que nos perjudica y no permite que las nuevas etapas de la vida se construyan fuertes y sanas. Ese "niño herido" que vive dentro de nosotros se quedó triste o enfadado y se pasa la vida pidiendo "eso" que le faltó.
Un ejemplo...
Imaginemos a un niño que sintió que no le escucharon lo suficiente de pequeño. Al ser adolescente, también sentirá que la gente no le escucha o no lo tienen en cuenta. Es algo que siempre estará allí. Esto generará una realidad y una personalidad concreta. Constantemente tendrá el impulso de necesitar ser escuchado y a menudo se quejará de que no le escuchan lo suficiente. Puede que lo viva en forma de enfado y recriminaciones o queriendo ser el protagonista (hablando alto, llamando la atención) o también puede ser que lo viva al revés (sin participar en las conversaciones y sin dar su opinión porque cree que igualmente nadie le hará caso). Aunque se pueda vivir de distintas formas, el origen del problema siempre será el mismo: El niño herido. Cuando sea joven y tenga una pareja le seguirá afectando, en las discusiones siempre tendrá la sensación de que su pareja no le escucha. Esto sucede porque dentro de este chico sigue viviendo ese niño demandante de que la gente le escuche.
Detectar las heridas emocionales de nuestros hijos/as
Es muy difícil detectar que se está produciendo una herida emocional en el mismo momento que se está generando. Cuando nos damos cuenta de que nuestro hijo/a ya vive con un "niño herido" dentro, suele ser en la siguiente etapa de su vida, cuando ya empezamos a ver “los problemas o carencias” que afectan a su comportamiento o felicidad.
Si tú eres una madre con un niño pequeño que todavía no tiene heridas, genial. Estás a tiempo de intentar que no las tenga (o al menos, que sean las mínimas) si tienes en cuenta todo lo que hemos dicho sobre lo que un niño necesita. Aun así, debemos entender que no hay un libro que te diga lo que les falta o les faltará a tus hijos. “En el mundo emocional 2 + 2 no son 4”.
Hemos comentado anteriormente un típico ejemplo para orientarnos, pero la causa real de cada problema puede ser cualquier cosa y las consecuencias también. Cada caso es un mundo totalmente distinto y no hay remedios generales para los problemas emocionales de las personas.
¿Qué podemos hacer cómo padres?
¡Atención! Porque aquí viene un concepto clave: "Lo que le falta o le faltará a tu hijo siempre es fruto de lo que te falta a ti". Por ejemplo, si a tu hijo le falta atención es porque a ti te falta tiempo. Revisa tu jornada. Si a tu hijo le falta atención de calidad es porque a ti te falta calma, quizás estás estresada o preocupado. Si a tu hijo le falta atención de calidad quizás es porque tampoco te estás dando atención a ti misma.
Nuestra personalidad y nuestras carencias crean muchas situaciones que generan heridas emocionales a nuestros hijos. Quizás sin darnos cuenta les estamos limitando mucho y no les dejamos escoger casi nada, o les estamos tratando como si tuvieran una edad que no tienen (cuando tiene 10 le tratas como si tuviera 5 y si tiene 15 lo tratas como si tuviera 10). Esto lo hacemos por una infinidad distinta de motivos, pero uno de los más típicos es que mi relación con mi madre o con mi padre fuera o sea igual. Puede que ellos me hayan tratado siempre como a una niña, controlando y coartando mis acciones o no respetando mis opiniones. Si siento que mi madre debe darme siempre su aprobación yo me siento pequeño e, inconscientemente, hago lo mismo con mi hijo.
Una vez más, cómo comentamos casi siempre en la Escuela de Madres y Padres de Despegamos, vemos como la solución de nuestros hijos está en nosotros mismos. No queremos ser pesados con esta idea. Pero es que es así.
Para poder observar el niño herido de nuestros hijos, tanto si son pequeños como si son grandes, deberé observar a mi propio niño herido. Porqué mi comportamiento, que está marcado por "lo que me faltó", ahora está determinando "lo que le falta" a mi hijo/a. Por lo tanto, para poder ayudarle, lo que debo hacer es atender las heridas de mi propio niño herido para poder sanarlas y dejar de trasladar mis carencias a mis hijos.
Un ejercicio práctico
Para que se entienda lo que debemos hacer, plantearemos un ejercicio práctico que podemos realizar ahora mismo:
1r PASO: Haz una lista de tus defectos. Defectos profundos. Algo que notes que te afecta realmente de forma negativa en tu vida.
Por ejemplo:
Uno de los defectos que Irene ha escrito en su lista es que lo deja todo a medias. Reflexionando, se ha dado cuenta de que eso sucede porqué no cree en sí misma, y por eso nunca termina nada. Se trata de una situación recurrente en varios ámbitos de su vida.
Ahora Irene debe intentar relacionarlo con algo que pudiera faltarte de mamá o papá cuando era pequeña: Quizás recibió muchas críticas o desaprobaciones... (Nunca hacía nada bien) Eso provocó que la pieza del puzle que le faltara fuera la aprobación, el apoyo y el ánimo de sus padres. Ahora no se apruebas ni se animas a sí misma.
2o PASO: Revisa si estás proyectando esta herida que has detectado hacia tu hijo o hija. Quizás por reproducirlo o quizás por sobre compensarlo. ¿Está teniendo alguna consecuencia en el trato con tu hijo/a?
Siguiendo con el ejemplo:
Irene debería preguntarse a sí misma... ¿A mi hijo le pasa lo mismo que a mí? ¿Termina las cosas? Quizás las termina, pero está constantemente demandando mi apoyo y mi aprobación. “Mamá, ¿está bien? ¿sigo así?”
Esto demostraría que su hijo tiene mucha inseguridad. En ese caso, sería probable que esa inseguridad viniera producida por la herencia que ha recibido del mismo comportamiento inseguro que reproduce su madre.
La solución
En el caso de haber detectado una herida que estemos proyectando en nuestros hijos, lo recomendable será iniciar un proceso de crecimiento personal para sanarla y poder dejar de "condicionar" emocionalmente a nuestro hijo. (Puedes apuntarte a este curso online gratuito para iniciarte en el crecimiento personal)
Si consideras que te encuentras en esta situación o te gustaría evitarla. Te recomendamos que te apuntes al próximo taller online para madres y padres en el que aprenderemos a detectar y a sanar las heridas emocionales de nuestros hijos.
El taller tendrá lugar los próximos viernes 19 y 26 de febrero de 18.00 a 20.00. La inscripción a las 4 horas de formación tiene un coste de solo 29€ y un beneficio incontable para tu vida y para la de tus hijos.
Si te interesa, reserva tu plaza cuando antes a través de este enlace:
¿Nos cuentas tu experiencia o tu opinión?
Te invitamos a dejarnos tu comentario al final de este post para compartir con nosotros las respuestas que has descubierto con el ejercicio práctico o para darnos tu opinión sobre este artículo. Contestaremos vuestros comentarios lo antes posible. :)
Marc Rojo i Daniel Olivares
Academia Despegamos
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